Rafaella Hardman, es la protagonista de una historia marcada por cambiar de rumbo digna de compartir. La joven arquitecta originaria de Aracaju, en el nordeste de Brasil (cerca de Salvador de Bahía), con actualmente 37 años llego hace once años llegó a Chile.

Lo que comenzó siendo solo un viaje de vacaciones, meses más tarde terminó convirtiendo a Chile en su residencia definitiva, abandonando así las cálidas playas brasileñas por el frio invierno de chileno y de Chiloé.

De esta manera Rafaella Hardman finalmente se instaló en Quellón, lugar al cual llegó después de vivir tres años en Santiago, en donde desarrolló distintos trabajos para sobrevivir, desde garzona a vendedora en tiendas de ropa para sobrevivir. En el sur de la Isla Grande de Chiloé instaló la pastelería “Brigadería”, local que le ha permitido desarrollarse y ofrecer repostería brasileña a los habitantes locales y personas que visitan el archipiélago.

Hardman se encontraba finalizando sus estudios de arquitectura, pero decidió cambiar de vida en búsqueda de otros horizontes, sumado a su gusto por el paisaje y calidez de las personas que iba conociendo, termino escogiendo el sur de Chile como su lugar de residencia.

“Yo buscaba algo en paralelo con la arquitectura porque estaba cansada de la burocracia, de los trámites y de los proyectos como que se demoraban mucho, tanto en el proceso de trámites como en la construcción. Como yo soy muy dinámica en la pandemia empecé con el tema de la Brigadería, hice algunas muestras, regalé a algunos conocidos que tenía y de esas muestras ya salieron los primeros pedidos y yo no imaginé que sería tan bien recibido por la gente en un lugar como Chiloé donde la gente está acostumbrada a lo suyo”, comenta a la Revista Territorio Sur.

No es que haya elegido vivir en Quellón, pero al llegar a Chiloé, “los paisajes me encantaron y la gente, la gente muy acogedora, como te decía, la receptividad de la gente con el producto, conmigo, yo no sé si eso pasa con todo extranjero, pero yo fui muy bien recibida y eso fue así bien favorable”, cuenta.

Realizando una radiografía del país donde ha vivido en los últimos años con relación a su patria natal Hardman señala: “Yo creo que la gente aquí en general es bien educada, es bien atenta al otro, hasta en Santiago, en Chiloé mucho más, pero en Santiago yo ya notaba eso, ya notaba que todos se preocupaban y se nota un cuidado aquí de persona a persona. Son más educados, tanto en el tránsito vehicular, algo que no se ve en Brasil para nada”.

Pero a diferencia del pueblo brasileño “el chileno es bien distinto, más cerrado. Entonces, de repente quizás me ven, quizás yo me expreso demasiado, pero igual se respeta, cada uno es distinto. Aquí la gente es más acogedora, yo me siento como en casa, como si tuviera una familia aquí, porque todo el mundo me acoge muy bien, los clientes me tienen, así como si fueran de su familia, como si fuera una amiga”.

CAMBIAR DE RUMBO

Lo de cambiar de rumbo y adaptarse a la cultura de otro país es algo que Rafaella lleva en su ADN ligado a su gusto por la creatividad: como persona siempre fui así muy curiosa, muy dinámica, entonces me gusta probar cosas nuevas, me gusta buscar. Entonces yo obviamente no imaginaba para nada que no iba a trabajar en lo mío, que en algún momento iba a dejar todo lo que yo estudié tantos años y no iba a trabajar en eso, así que fui buscando lo que a me hacía feliz, en esa búsqueda fui notando que con la arquitectura cada vez más era más comercial, no podía crear tanto y aquí en la brigadería es al revés, porque siempre puedo crear, siempre llega un pedido distinto”, confiesa.

El negocio de la repostería surgió como una suerte de necesidad de la mano con la creatividad, pues en su Brasil natal “yo cocinaba para mí. O sea, yo hacía brigadero para que yo comiera en mi casa y listo. Yo no sentía esa necesidad de aprender y aquí, cuando nació la idea de la brigadería, empecé a hacer cursos, empecé a profesionalizar, a ver las técnicas, a buscar cada cosa, a conocer los chocolates y hasta hoy día sigo estudiando”, relata.

Durante este tiempo en Chiloé ha cultivado el gusto por algunos platos puntuales como “el pie de limón, el cancato, el chupe de jaiba, el curanto y el salmón que acá es posible encontrarlo fresco igual me gusta”.

Finalmente, la representante carioca observa el potencial turístico de Chiloé reflexionando que acá “en algunas ocasiones no valoran lo que tienen. Quizás es necesario que uno salga y vea desde afuera para valorar por qué es tan bonito, en el fondo turísticamente hay lugares que a veces tienen menos atributos que Chiloé, que este lugar, pero lo aprovechan y lo potencian mucho más. Entonces yo creo que le falta mucho todavía, yo creo que hay mucho todavía que trabajar por acá”, concluye.

 

 

 

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