Por Patagonia Rural | No hemos estado ajenos del acontecer nacional. Durante estas semanas hemos reflexionado intensamente, envueltos en una mezcla de sentires entre dolor, impotencia y esperanza, pero siempre con la certeza de estar en una alineación total con esta lucha, por aquello tan evidente e irrebatible como el habitar vidas que merezcan ser vividas.Y como ya se ha escuchado en estos 50 días de movilizaciones, la crisis social en Chile también es medioambiental, en donde solo se puede imaginar el bienestar de las comunidades si va de la mano de la conservación de la naturaleza, y por ende, de la recuperación de nuestra conexión humano-naturaleza.
En la búsqueda de esta re-conexión, es que nuestra educación es clave para el fortalecimiento de estrategias de desarrollo y organización comunitaria que nos permitan construir formas de vida digna.
Como se ha vislumbrado en diversas asambleas y cabildos, existe la necesidad de que nuestra educación esté contextualizada al territorio, logrando estimular y promover una visión reflexiva, crítica e impulsora de la protección y defensa de la naturaleza, y con ello de nuestra identidad. La educación ambiental patrimonial, que en diversos momentos y desde diferentes frentes se ha ido gestando en Chiloé, aún se trabaja como una alternativa o un extra en el currículum escolar, siendo que existe evidencia respecto a los beneficios de educar desde y hacia el territorio, no como una opción sino como la base.Con humildad, removidos y movilizados, observamos y cuestionamos el quehacer que hemos realizado durante estos breves 31 meses de existencia, apareciendo ciertas luces de certidumbre entre los pasos que hemos dado, y en tantos otros que faltan por dar, y en ello continuaremos el trabajo para ser parte de la construcción de una nueva forma de habitar nuestra Tierra, más sabia, respetuosa, justa y digna.